Suplemeto Cultural 95 de la Universidad Nacional


¿Cuánto dura una performance?

El sábado 28 de mayo, en el marco de la visita de 36 académicos/as de todo el continente, cuyas instituciones son parte de un consorcio reunido por el Instituto Hemisférico de Performance y Política de la New York University, organicé una noche de performances con artistas nacionales. El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo prestó el maravilloso espacio de La Pila de la Melaza y la plaza del museo. La actividad no pudo salir mejor, los artistas nacionales demostraron que la performance, a pesar de ser una expresión artística poco concurrida en el país, goza de buen nivel, que hay gente pensando y probando, y así lo comentaron los invitados que a menudo están en bienales y exposiciones de arte contemporáneo, tanto como escribiendo en importantes revistas.
Una de las performances incluía un par de gente desnuda y también, por ahí, había una virgen en un contexto nada sagrado. El hecho no mereció especial atención de los invitados pues la performance se caracteriza por sus contenidos incómodos, subversivos y provocativos y lejos, muy lejos de las bellas artes busca ahí su efectividad. Unas de las personas que más gozaron la noche fueron los oficiales de seguridad del museo, quienes tomaron todas las fotos posibles con sus celulares, y se rieron y secretearon cuales niños que ven por primera vez una revista porno. Tal fue su regocijo que algunos invitados les tomaron fotos a ellos antes que a las performances. Pero algo se movió al día siguiente. Los oficiales elevaron una queja al Ministerio de Cultura arguyendo faltas a la moral durante la actividad y faltas al orden por los restos de material de una de las performances. La Oficialía Mayor le dio curso a la queja y envió una carta al MADC que, a su vez, respondió apenado prometiendo en adelante ser más riguroso con el préstamo de las instalaciones y recordando que la culpa del contenido de las obras le correspondía a la responsable del evento. Aunque recibí una llamada al día siguiente y, días después, solo una copia de la carta de respuesta y no una carta formal, me apresuré a responder argumentando 1- que la limpieza se había hecho tan pronto como posible 2- que el MADC ha de ser uno de los pocos museos del mundo (asumiendo que en los países de fe musulmana también podría suceder) que tiene problemas si los artistas exponen contenidos que ofendan la sensibilidad de sus oficiales de seguridad y que no estaría de más que el personal tenga un mínimo entrenamiento para comprender mejor lo que sucede en su lugar de trabajo o, en su defecto, sus creencias y moral personales no deberían ser tomadas en consideración siendo el MADC, como en realidad lo es, una institución pionera, de gran importancia en el país y la región y que se precia de ser casa para las tendencias vanguardistas del arte contemporáneo y 3- que como trabajadora en cuestiones de arte jamás me atrevería a establecer una censura previa a la presentación de obras artísticas, que un arte que antes de expresarse se cuide de no ofender la sensibilidad de los presentes durante su exhibición, no merece ser llamado arte. También subrayé que aunque el arte de la performance guste de denunciar dobles morales y exponer ante los ojos de la sociedad mucho de lo que ésta no quiere ver, para cualquier tipo de expresión artística vale decir que no alcanzará calidad si, en lugar de la libre creación, se atiene a los problemas morales de sus posibles espectadores.
Finalmente, heme aquí escribiendo esta columna. ¿Cuándo duró entonces la performance de aquella noche? Una performance es un proceso más que una acción. Aunque parezca raro, todo lo comentado arriba pertenece a la performance, las risas y fotos, la hipocresía de los oficiales, las cartas de quejas, y la lectura de estas letras. Cuando asistimos a una performance sabemos a qué hora empieza y quién la inicia, pero su incierto final y el número de participantes se definirá con el tiempo. Creo que ni los oficiales, ni la persona de la Oficialía, firmante de la carta, ni la del MADC que la respondió imaginaron que terminarían siendo parte de aquella irrespetuosa performance que se atrevió a mostrar cuerpos sin ropa y vírgenes sin templo ni penitentes. Opuesto al concepto de público, el arte de la performance involucra hasta personas que no gustan de él. Bienvenidas, pues, a la performance estas instituciones públicas que, a pesar de trabajar por la cultura, se ven atrapadas por los problemas morales que aquejan a nuestra sociedad.

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